La dinámica de los símbolos, o una polémica incipiente?
En mi blog publiqué uno, y publiqué mi propio criterio sobre algo parecido, pero parece que el asunto de los símbolos en la sociedad cubana está dando qué hablar en la red. A continuación, otro aporte…
che symbol
Les confieso que la primera intención que tuve fue soltarles una larga parrafada «científica» para hablarles del símbolo del Che Guevara a lo largo de las últimas décadas. Incluso anda por ahí un trabajo mío que intenta analizar, describir las campañas negativas que se han venido concibiendo y realizando en torno a su vida y pensamiento con la intención de descalificarlo y traducirlo a las nuevas generaciones en «claves negativas».
Pero luego me di cuenta que eso, aunque es importante y hace falta, no es tan preocupante como el tema de la mercantilización de su imagen –con toda la justificación que queramos ponerle de que «si se vende es de alguna forma positiva porque quiere decir que la gente se interesa por él, y el mercado lo aprovecha»- ; ni, mucho menos, tan acuciante como prestar atención a la actitud que he visto últimamente en muchos jóvenes ante la posibilidad o no de adquirir productos que lo porten.
Creo que, de una manera preocupante, se está haciendo una moda vacía de significado llevar al Che en tu mochila, tu pecho, o la propia piel. ¿Será que la marca Che ha venido a sustituir entre nosotros al Che hombre?
A veces me parece percibir entre algunos que la frustración por no poder portar objetos con su foto se parece mucho a la frustración que he visto en otros por no poder comprarse un par de Adidas, o unos Converse; y hasta una ansiedad similar a las que he visto en algunos personajes femeninos por llevar un par de zapatos Jimmy Choo –o como quiera que se escriba.
Y no es que encuentre bien o normal o comprensible este hábito consumista que poco a poco se hace cada vez más visible, y motiva a comprar no un par de zapatos, o una saya, o un par de espejuelos, sino unos Reebok, una Mango, o una Ralph and Lauren. Eso también me preocupa porque dice mucho de las escalas de valores con las que estamos interactuando en estos días. Pero en el caso del Che la cosa es, desde mi perspectiva, mucho peor: estamos hablando de un hombre, que vivió, pensó y dejó una huella tan impactante entre nosotros que, pasados cuarenta años de su asesinato permanece en la memoria colectiva de la gente, y todo eso no fue solo porque era bello –que lo era, es innegable- o porque era fotogénico ante la cámara.
Les soy sincera, yo también me siento atraída por su imagen, por su sonrisa, por su manera de ladear la cabeza mirando retador al lente, o las expresiones a veces indescifrables que aparecen en las instantáneas que se conservan. Todo eso me encanta, y puedo pasarme varias horas diluida en alguna que otra escena congelada de su vida en Buenos Aires, la intimidad familiar, las locuras de la guerra, la intensidad de la nueva Cuba.
Confieso también que he tenido a lo largo de los años tres o cuatro pullovers con la famosa foto de Korda, y siempre me ha gustado usarlos. Al principio era solo una atracción motivada más por las referencias familiares, por las cosas que me contaban en la escuela, o simplemente, porque no podía parar de mirar aquella expresión tan dura, tan decidida, tan llena de una convicción de… de algo que podía apenas intuir. Pero siempre lo vi -digo, al pullover- como el portador de un mensaje, como un medio para expresar o mostrar algo. Déjenme explicarme: para mí, llevar cualquier pieza con su foto, era como gritar: miren, admiro a este tipo y me identifico con él… Luego fue otra cosa, aquella intuición se me convirtió en necesidad y busqué, o al menos me lo propuse, conocer al hombre, y lo más importante, comprender sus ideas, sus propuestas, el contexto en que las elaboró y cuánto de ellas podrían servirme tanto en lo personal como a la sociedad en que vivo. Fue como una especie de piedra Rossetta que me brindó algunos elementos claves para traducir mis circunstancias y decidir dónde y cómo quería vivir. Entonces, ya el usar un pullover del Che, o llevar una agenda con fragmentos de su vida –me la regalaron hace unos días-, o regalar un llavero o tres o cuatro postales, no son solo muestras de que me atrae su imagen.
Para mí portar al Che es manifestarme, es alzar mi voz y decir que me siento comprometida con lo que representa: la utopía de un mundo mejor, el proyecto de equidad y justicia social, la plena realización de los hombres y mujeres. Ese es mi Che symbol.
Leer post relacionados con los símbolos:
http://www.chiringadecuba.com/el-smbolo-perdido/
Con la patria a cuestas.
Yo quiero a Martí en el pecho
Publicado el abril 25, 2013 en Lo mío primero... y etiquetado en blogosfera, che, Cuba, moda, polémica, red, ropa, símbolos, sex symbol. Guarda el enlace permanente. 4 comentarios.
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