Yumurí
En Yumurí hay muchas banderas. Y no es que no hubiera antes, que no presidieran escuelas o actos oficiales. Pero nunca como ahora. Están por todas partes, me advierte un guajiro que me sorprende ocupada en mi cámara, y me dice que todo comenzó después del huracán Matthew, cuando Kcho y un grupo de guajiros alzaron dos insignias sobre el río Yumurí, sujetas como se pudo entre las dos montañas que enmarcan la aparente calma del torrente magnífico.
Luego, le siguieron otras. En las casas, adentro y afuera, con trazos de pintor o de manigua, en ropas, en rocas, relucientes con sus colores de calcomanía en las vidrieras y los mostradores, en las gorras, en los botes de remo con que los lugareños se buscan la vida, a brazo limpio.
Desatadas, las insignias se fueron incluso más allá, para adornar el cuadrado gris de las facilidades temporales de quienes lo perdieron todo y ahora pernoctan, esperando recuperar lo perdido, en esas casas con techo, paredes, ventanas, sueños de tejas infinitas.
Así que tiré mi foto, y otra, y otra más mientras me alejaba, descubriéndolas, cazándolas en los sitios más insospechados.Y las guardé, celosa.
Hoy que otro huracán se les acerca, que les espera quizás otra noche terrible, otro amanecer como aquel que nadie quisiera revivir, pienso en Yumurí y en sus banderas, que a veces parecía declaracion pero otras culto, sábana de abrazo, tabla de salvación, y espero eso, que los salve.
Publicado el septiembre 7, 2017 en Uncategorized. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.
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