Por Frei Betto
Hacía tiempo que Fidel no aparecía en público. Como me dijo en La Habana un cubano: “es clamoroso el silencio del Comandante”. Muchos suponían que se encontraba enfermo. Quizás recluido en un hospital, y con su estado de salud tratado como secreto de Estado.
Poco antes de salir yo para Cuba, a mediados de enero, corrió la noticia de que Fidel había muerto. Por centésima vez… Me llamaron varios periodistas interesados en saber si yo había recibido la confirmación del suceso por parte de mis amigos cubanos.
Indagué, y efectivamente Fidel murió el 3 de enero del 2015, en Nairobi, Kenia, y su nombre completo era Fidel Castro Odunga, hijo de un keniata que de joven había estudiado en Cuba.
Mis amigos en La Habana se preguntaban si Fidel había recibido o no a los Cinco héroes cubanos recientemente liberados tras largos años de prisión en los Estados Unidos y trasladados finalmente a su país de origen. Y por qué el comandante no se manifestaba, al menos con un artículo, cuando Obama admitió que el bloqueo “no funcionó” y aceptó entablar conversaciones con el gobierno cubano para reanudar las relaciones diplomáticas y comerciales.
Planeaba como un misterio en torno al silencio del líder de la Revolución Cubana.