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Mi Che
Ya sé que la idea era que fuéramos como él, pero lo mío era otra cosa. Algo muy dentro de mí se estremecía cada vez que encontraba su mirada en las paredes. Sus fotos son las primeras y únicas que guardo de los grandes hombres de todos las edades gloriosas de Cuba.
La primera vez que lloré por amor fue cuando me enteré de que aquel hombre estaba muerto, y no muerto de ayer, sino desde hace muchísimos años, y entonces me pareció un enorme acto de sadismo el tratarlo como si estuviera vivo. Quién sabe cuántas niñas y niños lloraron, cada cual en su tiempo, por esa muerte antigua.
Un llanto que todavía no para, porque cada día amanece un nuevo símbolo de odio o de recuerdo. Sus restos en una urna, recorriendo un país que por unas horas fue el más silencioso del mundo, las fotos de su muerte, su cuerpo amarrado a un helicóptero, la sonrisa de sus verdugos, su carta leída una y otra vez, los detalles de su asesinato, porque eso fue.
Yo sé que la idea era que fuera un símbolo de la resistencia y de lo mejor que podía tener un revolucionario, pero en estos años muchas veces me he preguntado si su coherencia a rajatabla hubiera resistido a la debacle y el oportunismo que, más de una vez, masacraron lo mejor del nuevo proyecto de país. Lee el resto de esta entrada