Sobre censura de El Colimador: La mano negra sí, pero de quién?

Esa, creo, es la pregunta del millón. Y el asombro del millón también  porque la verdad es que desde los sucesos de La Joven Cuba, que terminaron con un fulminante abrazo de oso del primer vicepresidente cubano Miguel Díaz Canel a los tres mosqueteros hacedores de ese blog y su regreso al ciberespacio, parecía que se le habían acabado los capítulos a la censura en la red.

Una censura que, además, no es censura sino incentivo. Una señal de pare que dice más que sí que no, y que en todo caso le hará ganar más seguidores a El Colimador, mientras dure, por suerte para Ruslán Olivares y la blogosfera cubana, que al final somos todos. (De hecho, al cierre de este post había 76 comentarios a su despedida).

Pero nada, dicen que el humano es capaz de tropezar más de una vez con la misma piedra, y como resultado nos llega esta historia.

Una historia que sería ridícula sino fuera cierta, una historia descontextualizada…, y que una vez más ratifica que en nuestro país, en este país que muchos de nosotros nos resistimos a abandonar, las políticas no pintan nada mientras existan las manos negras detrás de cada decisión.

No importa que se nos haya dicho, !a criticar, a poner el dedo en la llaga si es necesario, si con eso sanamos, avanzamos! mientras las decisiones sobre estos sitios, sobre quién puede y quién no, sean invisibles, no tengan un rostro o una firma…, siempre habrá alguien de buen ánimo para establecer los bordes a esa política.

Alguien dispuesto y con miedo. Con miedo, sí, y no necesariamente un miedo por el bien común, sino un miedo nacido de la autopreservación, un miedo que pare olfatos hipersensibles, un miedo a no perder posiciones, a acarrear molestias, un miedo a perder el control, que al final provoca que se pierda el control, de hecho: a fin de cuentas, puede El Colimador nacer en otra parte, donde no hay reglas, donde no hay política que censure o que sirva…

Alguien que no vemos, que se parapeta en el silencio y en sintagmas nominales, algo así como la redacción o la oficina, donde cabe lo mismo el decisor que el señor que hace la limpieza, y que desde la comodidad del anonimato resuelve el rompecabezas de lo que puede llegar a los lectores cubanos que no tienen conexión a internet full, y que solo pueden acceder a sitios .cu.

Un alguien que no da la cara, que no ofrece disculpas. Que nos recorta la realidad, que nos las da a tiritas. Y que no nos pregunta. Que deja correr blogs de piroflaútica mientras tiembla ante los de pensamiento.

Y lo peor es que se llama Cubava. Y lo peor es que prometió ser otra cosa, y ahora llega a darnos una puñalada por la espalda, a darle base de hechos al estribillo de la censura en
Cuba, innecesariamente, tan gratuitamente que me atrevo a pensar que ese Alguien, en realidad, no quiere que Cuba llegue a ninguna parte.