Archivos diarios: febrero 12, 2016
Equipo de Fútbol
No había otras explicaciones. Él quería un equipo de fútbol femenino universitario y nosotras -que éramos mayoría de aquel grupo de primer año de Periodismo- seríamos sus miembros, o sus conejillos de indias que es la misma cosa: sin discusiones, sin pretextos, sin el levanten la mano que, al parecer, solo se exige cuando no hace falta.
Él nos habló de la alemana Birgit Prinz y de la estrella japonesa Homare Sawa, y de otras más que no recuerdo, y de entrenadores, que no podíamos ser menos que los hombres -que en realidad tampoco eran mejores que nosotras sobre la cancha, justo es decirlo-, y la igualdad de la mujer.
Nosotras, esa noche, buscamos en internet quiénes eran Birgit Prinz y Homare Sawa y nos encomendamos a los buenos dioses del fútbol, en tiempos en que los dioses reales no tenían el cuerpo de deidad griega de Ronaldo, ni la cara de Atlas desubicado de Leo Messi, sino las facciones picassianas de Ronaldinho.
En la segunda clase, nos presentó la esférica. Nosotras corrimos, más de una se cayó. Alguien dijo una malapalabra y el resto completamos el estribillo hasta que el profesor, impasible ante sudores, raspones y quejas, nos reprochó aquella jerga de marineros ebrios.
La tercera clase fue el apocalipsis. Hembras contra varones. Muchas faltas. Muchas caídas sobre el césped que no era césped sino un pedazo de asfalto ganado por la hierba cada dos o tres metros. Un esguince o algo semejante. Gritos. De nosotras. De él, que además era hosco, y prepotente o al menos así lo veíamos nosotras, en medio de aquel once ridículo, de aquellas escenas que más que forjarnos el cuerpo nos machucaban el alma, y los callos.
Yo falté a la cuarta, y a la quinta. A la sexta regresé al terreno vestida de domingo con la indicación médica de que mi columna no aguantaría tantos ires y venires por aquel campo que no era campo tampoco, que no era nada.
Del equipo de fútbol no supe más, más allá de algunas quejas y algunas curas para piel arrancada de cuajo. Sí sé que de allí no salió ninguna María José Pérez ni Carli Lloyd, ni siquiera una atleta de mediano talento para sacar la cara por las Humanidades en los Juegos Interfacultades.
De aquellos días, sólo guardo el mal rato, y esta historia.