Mi Ciudad Maravilla, La Habana.

La Habana es otra cosa. No importa de donde vengas, la Habana es una ciudad que puede componerte el alma o terminar de romperla en mil pedazos. A mí, a veces me salva, asì lo elijo, pero podría igualmente destruirme. Por suerte, yo prefiero el mar, y los capiteles, y la mirada distraida de la gente apurada, la belleza dormida de la Habana. Viéndola asì, la Habana es una ciudad que invita a muchas cosas, un laberinto de noches abiertas, una ciudad de esas que te convidan a beberte la lluvia, a danzar with the rain, a dejarte acompañar por ella. Para mí, la Habana, sobre todas las cosas, es mùsica. Camino con mùsica, sueño con mùsica, la presiento, la busco, la consigo. Blues, jazz, alternativo, clàsica, de càmara, sin embalaje, sin etiquetas. Los mejores, los más grandes, a metros, y yo viendo la mùsica en sus rostros, en las manos crispadas desandando pianos, saxos, violines, chelos, trompetas…, en los labios que paladean las voces construidas bien adentro. Y todo, sin dejar de ser dura, sin olvidar los contrastes de una ciudad que se reinventa, como los pueblos antiguos, y construye ciudad nueva sobre ciudad vieja, y sustituye a los dioses de antes por otros, más de ahora, hasta que el futuro sea presente y vengan otros en su lugar… Y por eso, la Habana es otra cosa, una fusion, una magia, una ciudad que te besa pero a la postre te regala la espalda cuando la vida sueña y esperabas su abrazo, y hace que por un momento, quizás por solo un segundo, en medio del amor, en medio de la fascinación que te promete, también te asuste.