Archivos diarios: octubre 30, 2015
Cinco pesos en Bartolomé Masó o Guerrilleras sí o sí
La gente buena anda regada en este mundo. Son blancos, negros, colorados, usan barbas o andan con la piel en cero. Son hippies, reppas, rockers. Van de uniforme o de paisano. La gente buena nos sorprende a veces en medio de la mierda, en medio del desierto, en medio de la hipocresía y del marasmo.
En eso andaba pensando en esa mañana, al pie de la cadena de montañas de la Sierra Maestra. Habíamos desistido de subir a la cima más alta de Cuba, la K y yo, y regresado a espantar el sueño tranquilo del custodio del Parque Nacional Turquino, acomodado sobre una mesa de tablas de madera semipulida.
Era de baja estatura y tenía una voz rara, una voz de esas que bien le cabrían a los muñequitos de la television, para personificar una lagartija o algún otro bicho que nos imaginemos altisonante, pero era un hombre amable, tanto que nos regaló el resto del sueño que le quedaba y era algo, alguito si es verdad que el guajiro está medio emparentado con las gallinas en eso de levantarse antes que el sol.
«Ustedes no saben de lo que se salvaron», nos dijo, y de pronto me sentí un poco más reconfortada. Yo me sentía una rajada, una floja, una compañera inmerecida de aquel viaje y de aquellos consortes. «Uno que nació entre estas lomas se las siente cuando empieza a subir. Imagínense ustedes. De dónde vienen, por cierto?». «Yo soy de Guantánamo», dije yo. «Yo soy de Holguín», aclaró la K. «El resto de todas las provincias excepto Cienfuegos, Villa Clara y la Isla», continuó.
Yo había virado porque no podía más. Sencillamente empecé a subir la loma hasta el Alto del Naranjo -la pendiente más inclinada de Cuba, nos había dicho el carpeta de la institución- y me abandonó el aliento y la confianza, y sentí en el talón izquierdo una punzada conocida. Subir sin la certeza de valerme por mí misma no era una opción. En la montaña, no valerse por sí mismo es ser una carga y yo no rehusaba a afectar la marcha del grupo, a ser un obstáculo para la boda soñada en el Turquino por Rodolfo y Karen. La K y su catarro congestionándole el pecho coincidieron conmigo.
Así que la mañana nos agarró en un banco del campamento de Santo Domingo, a 18 kilómetros de un sendero de subidas y bajadas hasta la cima de Cuba y su busto de Martí, y sus historias increíbles. Lee el resto de esta entrada