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Los votos no se compran con apagones
Las noches de Venezuela están de nuevo alumbradas. En algunas plazas, árboles gigantes de navidad rememoran un culto pagano de la antiguedad que hoy, no obstante, une en tradiciones a todos los cristianos del mundo.
Venezuela está otra vez brillando como una perla desde el espacio, como un gran río de oro y mieles en el horizonte. Pero anoche, como a esta hora, varias regiones del gigante sudamericano se vieron a oscuras. Y fue sabotaje. Fue la derecha más reaccionaria, la misma que llenó de sangre el país cuando Maduro salió ganador en las elecciones, después de que el gigante le dejara, generoso, su cuerpo a la Tierra.
¿Pero por qué la derecha haría algo así?, me preguntaba ayer una amiga en un correo privado. Venezolana ella y con tradiciones de derecha, pero justa y con ideales que no le caben en una sola mano, sino en el abrazo abierto de quienes, sin importar la política y los consensos, quieren lo mejor para su país, para su Patria, que es lo mismo que decir madre.
Porque pueden. Lo hacen porque pueden. Porque le sobran manos oscuras y bolsillos llenos de dinero, y sueños de un regreso en el tiempo. Y lo hacen porque duele. Lo hacen para crear las paradojas y hacer sitio a las comparaciones.
Lo hacen para desacreditar la gestión de gobierno de un presidente que no tiene títulos de política, ni economía…, con un hombre normal que habla como si estuviera en una asamblea de barrio, que no tiene familiares célebres por robarle al pueblo o al Estado, un hombre que no tiene nombre de magnate, ni se graduó en Harvard.
Pero que piensa y que vibra, y que habla claro, y cumple lo que promete, como Chávez hacía, y si no sabe pregunta, y es capaz de abrazar abiertamente, sin el rictus de quien no ha visto, en su vida, de cerca a la pobreza. Lee el resto de esta entrada