Disidentes por la puerta de atrás a reapertura de embajada de #EEUU en #Cuba
Cuando mañana, con una ceremonia oficial presidida por el Secretario de Estado Jhon Kerry, reabra oficialmente la Embajada de Los Estados Unidos en La Habana, se habrá cerrado un ciclo de más de medio siglo de enemistad declarada entre los dos países con un saldo positivo, más bien una victoria para el régimen cubano.
Temas que en algún momento se enarbolaron desde el país del norte como barreras infranqueables para las relaciones bilaterales, fueron dejados a un lado como condicionantes y tratados más bien como tópicos para seguir dialogando en el futuro.
Los derechos humanos, que según el discurso estadounidense solo tiene que ver con la libertad de conciencia, el unipartidismo, y otros cambios pedidos por décadas por la política estadounidense, halada por los grupos de presión anticubanos y más de un interés económico camuflado de fanatismo, corrieron esa suerte.
Pero ningún gesto habla más del compromiso de la diplomacia norteña con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con la isla que la negativa a invitar a los disidentes y a “otros miembros de la sociedad civil cubana”, como eufemísticamente llaman a los primeros organizados, a la ceremonia oficial por la reapertura de la sede diplomática.
Los disidentes, informó EFE, fueron llamados por teléfono e invitados a una ceremonia que tendrá lugar mañana mismo, en horas de la tarde, en la residencia del encargado de negocios de la embajada de EE.UU, Jeffrey DeLaurentis donde, dicen como una victoria o premio de consolación, también se izará la bandera de las barras y las estrellas y verán a Kerry.
Tal exclusión no significa, y sería una inocencia pensar de esa manera, que Los Estados Unidos renuncie al fomento de la disidencia interna, pero sí que su postura oficial será la del buen vecino que ya el Secretario anunciaba en la rueda de prensa conjunta con el titular de Relaciones Exteriores de la isla.
Es, además, un gesto justo pues, en la vida real, la acción de los disidentes fue nula en la carrera por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas bilaterales y, una vez anunciada esta, más bien se dirigió a sabotearlas. Remember las declaraciones de Berta Soler y el escándalo que, en la propia embajada, causó uno de estos disidentes contra el cardenal Jaime Ortega.
Esa posición, más que un mérito como para aplaudir, fue un error estratégico que no supieron calcular bien los mal llamados disidentes, y que ahora pagan entrando por la puerta de atrás al suceso diplomático más importante de los últimos tiempos, solo comparado con los acuerdos entre Los Estados Unidos e Irán sobre el desarrollo del programa nuclear del país árabe.
Y, para ser todavía más justos, sus propias debilidades y falta de visión –que quizás hubieran sustituido a la falta de convicciones políticas- les hicieron fallar en su misión de socavar la estabilidad del gobierno cubano, a pesar de los miles de dólares de los contribuyentes destinados cada año a promover “el cambio de régimen”.
Yo, que ellos, me iba acostumbrando a las puertas traseras.
Publicado el agosto 13, 2015 en Lo mío primero... y etiquetado en #EEUU, cambios, Cuba, obama, política, raúl castro, relaciones diplomaticas, Revolución Cubana. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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