Pa’ mí, lo mismo que pa´ ti
Se quejó más de un mes. Estaba molesto, muy molesto, pero confiando todavía. Tuvo que pagar la indecorosa factura -327.40 pesos por la electricidad consumida en el mes de mayo- y protestar después. “No entiendo, pero si es el mecanismo tengo que cumplir”, dijo resignado y se sentó a esperar una respuesta de la Empresa Eléctrica, y esperó…
Cuando llegó finalmente al edificio de nuestra redacción, toda la confianza se había ido. El problema, me explica Manuel A. Rodríguez Díaz, es que estoy pagando una corriente que no consumí, que no es la real, sencillamente porque la lectora cobradora de mi zona no se molestó en subir a mi vivienda y leer mi metrocontador, que está en los exteriores.
Y se quejó, “pero lo único que logré fue que viniera un inspector de la OBE a verificar si mi metro estaba en buen estado, pero no es eso lo que me afectaba, era que no leyeron mi consumo y lo calcularon por un programa informático que saca un consumo promedio de acuerdo a meses anteriores. Ya estamos en octubre y nada ha pasado”.
Su queja, recuerdo, no es la única. En las últimas semanas, varias personas han sufrido problemas parecidos, algunos incluso ya publicados en la sección Instantáneas. Y estos, a su vez, tampoco son los únicos, ni las empresas, ni las situaciones, ni los afectados.
Sencillamente, incluso en tiempos en los que se insiste en el cumplimiento de los contratos, la realidad es que todavía las empresas de servicios públicos en nuestro país no acaban de cumplir sus compromisos, todas ellas, para con sus clientes.
Incluso a nivel social, cuando de contrato se habla por lo general se insiste en las relaciones contractuales entre las empresas y, sobre todo en el sector cooperativo, entre éstas y las personas, casi siempre con énfasis en que las últimas cumplan su parte.
Pero de las responsabilidades de las empresas que brindan servicios públicos con la población nada se dice. Pesa también el desconocimiento de las personas acerca de esos contratos que muchas veces se dan por hechos, y no constan en papel y tinta, susceptibles a ser revisados, manoseados, citados.
Si un cliente deja de pagar su cuenta de electricidad, puede sentarse a esperar confiado a que algún trabajador de la Empresa Eléctrica acuda diligentemente a su vivienda a retirarle el servicio, pero si el afectado es el cliente, entonces más le vale ponerse cómodo…
Según fuentes de la propia empresa, suministradas para un trabajo anterior, para atender una queja que requiera un inspector, por ejemplo, el plazo es hasta siete días pero en la práctica puede extenderse a dos semanas.
Algo tan simple como solicitar información ante un corte de corriente no programado puede también convertirse en una odisea. Hace unas semanas, ante un apagón en toda la ciudad que duró al menos treinta minutos, fue imposible comunicarse con el 108 porque cuando no estaba ocupado daba largos timbres.
ETECSA es más eficiente, pero sólo un poco. Si dejas de pagarle, el último día del mes a la hora en que cierran las oficinas comerciales el servicio se corta automáticamente, pero bien te puedes pasar un día entero para que, después de pagar la factura más el recargo por mora, puedas volver a usar el teléfono, como ocurrió algunos domingos atrás a varios conocidos, por problemas en la conexión de la empresa.
Pero ETECSA y la OBE, de hecho, no son las de mayores problemas comparadas, por ejemplo, con el problemático Acueductos y Alcantarillados, que es capaz de cobrarle el agua a una persona a la que no le llega a la llave hace años y el alcantarillado en zonas que se inundan con la más suave llovizna.
Y cuyos problemas objetivos –acueductos con décadas de explotación, redes vetustas, bombeo insuficiente y no siempre con respaldo eléctrico para casos excepcionales que redundan en un sistema de abasto de agua endeble y sofocado-, son uno de los más señalados por la población guantanamera en todos los tiempos y escenarios.
Pasan por lo mismo los servicios comunales, que no se pagan directamente por la población aunque sí indirectamente, porque allí van a parar buena parte de los tributos que pagamos cuando legalizamos un documento, ejercemos alguna actividad por cuenta propia o pasamos por algún aeropuerto:
Las calles sucias, los muchas veces deficientes servicios funerarios, el mal estado y deterioro de parques, plazas…, hablan por sí solas.
Y criticamos, nos quejamos, pero en realidad nada podemos hacer ante sus faltas, ante el maltrato y la desidia que muchas veces encontramos como florecidas enredaderas en sus oficinas, ante su inmovilidad y su mal servicio.
No creo que sea un problema pequeño. Los servicios públicos son parte de la infraestructura de un país, donde todo comienza y de lo que todo depende. Y no es nada simple porque lo mismo que afecta a la población limita la vida económica, el crecimiento y prosperidad de nuestros pueblos y ciudades.
Un ejemplo, es el sector no estatal que comienza a generar ganancias para el presupuesto nacional, equilibrando los déficit de nuestra economía, y nuevos servicios para la población en general; pero no puede funcionar adecuadamente sin sólidos servicios básicos.
Si queremos una economía que camine hacia adelante será necesario comenzar por el principio, que es lograr que el transporte público, el abasto de agua, la electricidad, las comunicaciones…, sean constantes y seguras. De lo contrario, tropezará una y otra vez con sus propios pies.
Hay mucho en juego, aunque a simple vista el asunto sea sólo entre un cliente malhumorado y frustrado y una empresa que no termina de hacer bien su trabajo.
Publicado el octubre 16, 2013 en Uncategorized y etiquetado en cambio, Cuba, Guantánamo, sociedad. Guarda el enlace permanente. 1 comentario.
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