Mi muchacho
Ese muchacho que me espera afuera
llegó temprano, sin anunciarse un día, una hora siquiera
interrumpió mi sueño
y aún sonríe sin conocer mis iras.
Si otro hubiera sido y no él, con su piel que disloca mis nortes,
Sería ya víctima, como intruso que es a todos los efectos,
De los rasgos amargos que dibuja mi cara en tales casos
Y de mi voz, a veces,
Cuando el sueño es profundo o divertido.
Pero es ese muchacho y no otro quien perturba mi descanso
me hace cosquillas con su nariz de Pinocho
y dice que soñó conmigo y que gritaba.
Yo Gritaba.
Yo que quiero desbocarme sobre su cintura
y que me cabalgue, o yo a él,
como hacían los hombres del pasado en sus cuevas,
al fuego de la lumbre.
Como aquellos, tampoco nosotros hablamos del amor
Ni queremos pensarlo.
Alguna vez, hace bien poco, tuve la sensación de que podría amarlo.
Incluso un día, muy frío, eso seguro,
se lo dije bien bajo
pero no me escuchó, o no quiso.
Pasa que ese muchacho llegó a mi vida por encargo y
se fue ligero
sin rituales, sin lágrimas, sin extrañarnos demasiado.
Civilizadamente.
Si quisiera ser consecuente con los hechos
ahora mismo le dijera que se vaya
recoja los olores prendidos en mi cuarto
y no regrese nunca.
Pero ese muchacho, cuando se marcha, arrebata las islas a mis naúfragos
esconde de mi cuerpo las ganas de olvidarlo
y hace que lo recuerde,
Dios lo guarde, si no vuelve temprano.
En su ausencia, no obstante, sigo mi vida y beso a otros
pero tampoco hablo de amor
y ellos se cansan de mí o yo de ellos,
o un buen día descubren que no me merecen.
Luego lo busco. Siempre lo busco y él lo sabe.
Sé por mi parte que se retrasa adrede
para avivarme los reproches
y resolverlos, cuando llegue, enroscados.
Nos abrazamos fuerte y, a ratos, percibo su cariño
como algo tangible
una silla, una mesa, una taza de té
o el colchón que ya se acostumbra a su peso.
Sospecho que está tan solo como yo
y como yo busca orgasmos
donde esconder las ganas de abrazar,
vivir con alguien, quererlo.
En eso pienso cuando llega el muchacho.
Correspondo a su sonrisa. Sólo una vez.
Será mejor que vuelva más tarde.
Guantánamo, 13 febrero de 2010
Publicado el May 23, 2013 en Mis poemas y etiquetado en poemas. Guarda el enlace permanente. 2 comentarios.
Domeñar el verso ha sido oficio arduo y riesgoso desde tiempos inmemoriales, verdad de Perogrullo que no por obvia siempre tenemos presente, y que se patentiza cuando encontramos poesía en el verso. “Mi muchacho” es un ejemplo de dominio del oficio y de la eclosión del talento, en el que Lilibeth nos brinda un rejuego de espejos emocionales contenidos y esplendentes. El intríngulis de los celos, las ansias, el deseo y el desdén, los entresijos del vernos a través de los otros y a los otros a través de nuestros ojos en nuestras circunstancias, son de las más acertadas conquistas de este poema. Quizás algún ducho exegeta, uno de esos pedantes críticos, de los que a voz de “magister dici” pretenden determinar el canon, hubiera señalado la necesidad de una discreta y minúscula poda que eliminara digresiones innecesarias. Pero es una verdad como un puño que “Mi muchacho” es un poema de hecho y derecho en la republica de las letras en donde sobreabundan tantos falsos profetas. Felicitaciones Lilibeth y perdona las torpezas de mi paupérrima opinión de lector participativo.
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Reblogueó esto en mambiverdady comentado:
buena ilustración la de george pérez gonzález para cualquier blog
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